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Empezar con el fin en mente es tener una clara comprensión del propio destino: saber adónde se va, comprender mejor dónde se está y dar los pasos adecuados en la dirección correcta.

En nuestro día a día es fácil caer en la “trampa del ajetreo”: trabajar cada vez más para trepar por la escalera del éxito y al final descubrir que está apoyada en la pared equivocada. Lo vemos en personas aparentemente triunfadoras pero que en realidad obtienen victorias vacías, éxitos conseguidos a expensas de cosas mucho más valiosas. La ansiedad por alcanzar la meta les ha privado de lo que realmente importa.

Podemos estar muy atareados, pero si la escalera no está apoyada en la pared correcta, cada paso que demos nos acercará antes al lugar erróneo.

Liderazgo y administración: las dos creaciones

Todas las cosas se crean dos veces: hay una primera creación mental previa a la creación física. El primer hábito dice “tú eres el creador”; el segundo hábito es la primera creación.

La primera creación, la creación mental, es el liderazgo. La segunda creación, la creación física, es la administración. La distinción es importante de cara a interiorizar el segundo hábito. Así, mientras que administrar es hacer las cosas bien, liderar es hacer las cosas correctas. La administración busca la eficiencia en el ascenso por la escalera del éxito, mientras que el liderazgo determina si la escalera está apoyada en la pared adecuada.

La efectividad no depende únicamente del esfuerzo realizado, sino también de que se aplique a la tarea correcta. La metamorfosis requiere liderazgo primero y administración después. Ningún éxito administrativo puede compensar el fracaso del liderazgo.

Sin embargo, vemos con frecuencia que en nuestras vidas personales tenemos una carencia de liderazgo. Pretendemos administrar con eficiencia, estableciendo y alcanzando metas, antes de haber clarificado nuestros valores.

Reescribir el guion

Lo que más importa en la vida está enterrado bajo capas de problemas apremiantes, preocupaciones inmediatas y conductas exteriores. La “trampa del ajetreo”, como decíamos más arriba.

En este sentido, el liderazgo tiene que ver con identificar estos patrones y cambiarlos. Se trata de escribir nuestros propios guiones, lo cual es en realidad un proceso de reescritura o cambio de paradigma.

Al descubrir guiones inefectivos, hábitos profundamente enraizados e incongruentes con las cosas que verdaderamente valoramos en la vida, tenemos la responsabilidad de escribir otros nuevos, más efectivos, más congruentes con nuestros valores. De eso trata el segundo hábito. Empezar con el fin en mente es ser responsable de mi primera creación, reescribir mis guiones de modo que los paradigmas de los que surgen mi conducta y mis actitudes sean congruentes con mis valores más profundos.

Enunciado de la misión personal

Covey concreta el principio de empezar con el fin en mente en la elaboración de un enunciado de la misión personal, una de las ideas más poderosas de la obra.

La misión personal describe lo que uno quiere ser (carácter) y hacer (aportaciones y logros), así como los valores o principios que fundamentan el ser y el hacer. Se trata de una “constitución personal”, una guía para tomar decisiones importantes y cotidianas, el núcleo constante que representa lo que uno es, lo que persigue y lo que valora.

El sentido de misión surge de nuestro centro compuesto por nuestros paradigmas más básicos, nuestra visión y nuestros valores. Por tanto, es importante identificar el propio centro. El autor expone diversos centros típicos alrededor de los cuales gira la vida de muchas personas y de donde obtienen su sentido de seguridad o valía personal: el cónyuge, la familia, el dinero, el trabajo, las posesiones, el placer, los amigos o enemigos, la iglesia, uno mismo. Ahora bien, si ese centro no nos permite ser personas proactivas, es preciso cambiar los paradigmas para crear un centro que sí lo haga; y este centro, afirma Covey, es el paradigma basado en principios.

El enunciado de la misión personal, por tanto, es la expresión (redacción) de lo que queremos ser y hacer en nuestra vida. En lo esencial, el enunciado de misión personal se convierte en la propia “constitución”, en la expresión sólida del propio punto de vista y valores, en el criterio con el que se miden todas las demás cosas de la vida.

El enunciado de la misión personal es más fácil de definir si se identifican y se tienen presentes los roles que cada uno tiene en su vida y las metas que se quiere alcanzar en cada rol.

Una última idea valiosa que merece destacarse aquí: el liderazgo personal no consiste simplemente en redactar un enunciado de la misión personal. Hay que mantener en mente la propia visión y valores, tenerlos presentes y visualizarlos. Covey hace referencia al poder de la visualización y de crear afirmaciones. Las personas de alto rendimiento, por ejemplo los atletas, son visualizadoras: lo ven, lo sienten, lo experimentan antes de hacerlo realmente. Empiezan con el fin en mente.