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La capacidad de autoconciencia nos permite examinar nuestros paradigmas y cuestionarnos: ¿son principios basados en la realidad o en condicionamientos? Victor Frankl expuso que entre el estímulo y la respuesta está la libertad interior de elegir esa respuesta, lo que denominó la “libertad última”.

Proactividad

Somos responsables de nuestra propia vida.

“Responsabilidad” es la habilidad para elegir la respuesta. Nuestra conducta no es consecuencia de las circunstancias o de los condicionamientos, sino de nuestra propia elección: “soy lo que soy como consecuencia de mis elecciones”.

Si asimilamos esa idea, este cambio fundamental de paradigma, entenderemos que lo que nos hiere o daña no es lo que nos sucede, sino nuestra respuesta a lo que nos sucede.

Las personas proactivas no se dejan influenciar por factores externos, sino que llevan con ellas su propio “clima”. La clave de la proactividad es el modo en que respondemos a lo que experimentamos en la vida.

Iniciativa

Muchas personas esperan que algo ocurra, o que alguien se haga cargo de ellas. Frente a esta actitud pasiva, tomar la iniciativa consiste en reconocer nuestra responsabilidad de hacer que las cosas sucedan.

La iniciativa es indispensable para lograr el objetivo de equilibrio P / CP que constituye la esencia de la efectividad. En este sentido, cobra especial importancia nuestra capacidad para comprometernos y mantener dichos compromisos. Los compromisos con nosotros mismos y con los demás, y la integridad con que los mantenemos, son la esencia de la proactividad.

Una buena forma de interiorizar la actitud proactiva es hacerse las siguientes preguntas: ante tal o cual situación o problema… ¿Cuál es mi respuesta? ¿Qué voy a hacer yo? ¿Cómo puedo yo tomar la iniciativa en esta situación?

La importancia del lenguaje

Hay un aspecto fundamental que muchas veces pasamos por alto en nuestra manera de comunicarnos: el grado de proactividad o iniciativa que cada persona asume se destila en su lenguaje. Así, el lenguaje de las personas reactivas las absuelve de responsabilidad, pues surge de un paradigma básico determinista (“no soy responsable, no puedo elegir mi respuesta”). El lenguaje reactivo es peligroso porque se convierte en una profecía de autocumplimiento y refuerza el paradigma de que estamos determinados.

Tomar consciencia de nuestros mensajes y sustituir el lenguaje reactivo por un lenguaje proactivo supone el primer paso hacia la responsabilidad y la propia iniciativa.

Círculo de preocupación y círculo de influencia

Covey llama “círculo de influencia” al conjunto de cosas con respecto a las cuales podemos hacer algo. El círculo de influencia se encuentra dentro del “círculo de preocupación”, que engloba aquellas cosas sobre las que no tenemos ningún control.

Nuestro grado de proactividad se refleja en gran medida en el tiempo y energía que dedicamos a cada uno de los círculos. Así, las personas proactivas centran sus esfuerzos en el círculo de influencia; las personas reactivas, en el círculo de preocupación.

En el círculo de influencia se encuentran: (i) los hábitos, sobre los que podemos ejercer un control directo para lograr las “victorias privadas”; (ii) los métodos de influencia, en el contexto de situaciones de control indirecto que llevan a las “victorias públicas”; y (iii) el modo en que vemos las dificultades que no controlamos y en que asumimos la responsabilidad de modificar nuestras actitudes ante problemas de inexistencia de control.

Tener vs. ser

El círculo de preocupación está repleto de “tener”. El círculo de influencia, por el contrario, está lleno de “ser”, y pone el foco en el carácter.

El enfoque proactivo consiste en cambiar “de adentro hacia afuera”: ser distinto, y de esta manera provocar un cambio positivo en lo que está afuera. Y es que el modo más positivo en que uno puede influir en su situación consiste en trabajar sobre sí mismo, sobre su ser. La felicidad, como la desdicha, apunta Covey, es una elección proactiva.

El primer hábito podría resumirse en la siguiente idea: somos responsables de nuestra propia efectividad, de nuestra felicidad y, en última instancia, de la mayor parte de nuestras circunstancias. Siempre que pensemos que el problema está “allí afuera”, ese pensamiento es el problema.