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Vuelvo la página. Al inicio de una última cara en blanco, un par de líneas en cursiva indican que eso es todo. “Espacio reservado para borrador, cálculos, escribir poesía u obscenidades. Nada de lo que se escriba en esta página será leído.”

Lo he peleado razonablemente. Cuatro preguntas test sobre comercio internacional y Singapur. El resto, de desarrollo breve, sobre productividad total de los factores, coberturas, tipos de cambio spot y forward y paridades de poder adquisitivo y de tipos de interés. Llegados a ese punto, pienso, el asunto queda medianamente resuelto. Levanto la vista hacia el reloj del aula; hay margen de sobra para volver sobre un par de cuestiones que, bien rematadas, me meterán en el grupo de candidatos al percentil 90.

Pero antes, por alusiones, ahí va a quedar eso. Un ex Secretario de Estado de Economía ovetense y un profesor argentino, hincha acérrimo de River, pueden ser buen público para sellar la prueba con los dos tercetos elegidos, de cosecha propia por supuesto. Que los lean o no ya no es cosa mía. Así que, a pesar de la disonancia en tal contexto (algo así debe sentir un grafitero, observo irónico), no dudo en estampar mi rúbrica a modo de versos:



  • Alarde de sutiles embestidas,
    no cesa el toque eléctrico; estalla,
    vibra, ruge la grada enloquecida.

    Pelota abierta a cal, fin de batalla.
    El pase de la muerte da la vida.
    Balón cruzado al fondo de las mallas.

Al fin y al cabo, sólo les estoy tomando la palabra.